martes, 25 de febrero de 2025

Jakarta

 No me puedo quejar del micro que me tocó, moderno, limpio, con baño, asientos reclinables cama, y parada a las 21 hs. en un “restaurant” (¡?) en la ruta con menú fijo incluído en el pasaje.






Claro! Para mí, solo arroz blanco. El pollo frito y los picantes se los dejo para ellos.

Se supone que llegaría a la terminal de Cikupat a las 3.00 am. Y allí esperaría que amaneciera para tomar un taxi a la casa de la anfitriona de Coach Surfing que me estaría esperando.

Yo solo rezaba para que la terminal sea “apta” para pernoctar con un ojo abierto y otro también.

Me puse el despertador porque no hubiera querido pasarme y me entregué al sueñito. Nada digno había para ver por la ventanilla… Es lastimoso ver pasar la miseria ininterrumpida durante 600 kms. sin ninguna esperanza de solución, las montañas y los campos de arroz ya habían sido cubiertos por la oscuridad de la noche.

El parlante con las plegarias musulmanas musicalizadas en monótono y chillón continium no cesó su labor en las dieciseis horas del trayecto.

A pesar del masaje repiqueteado en el trasero a causa de los pozos y desniveles del ex pavimento, pude descansar hasta que sonó mi aparatito. Me acerqué al chofer para preguntarle si ya estábamos cerca o si me había pasado, y obvio, no me entendió nada, ni yo a él. Sólo su gesto que me volviera al asiento. Debí confiar, una vez más en esta Vida!, que me avisaría y llegaría “O.K.”

Pasaron las 4, pasaron las 5, paraba en todas, la gente iba bajando en la nada o en el todo, calles anegadas, con los puestitos ambulantes iluminados con un farolito lastimoso, gallinas suicidas al borde de la ruta, perros flacuchos lamiendo piedras, carteles de publicidad borrados por el tiempo, y cada tanto, algún edificio monoblock a lo lejos, entre ranchos desplumados, como única señal que nos acercábamos a la capital.

Llovía… para variar. Yo rogaba que parase para cuando me tocara bajar. Y que sea en algún lugar “digno”. Dudaba, con toda mi seguridad, ja!

Para las cinco y treinta, quedábamos solo dos pasajeros. El chofer se detuvo en una especie de cuneta y me miró por el espejito en señal de darme por cumplida. Abrió la compuerta del equipaje y me lanzó mi valijota. Llegué a atajarla antes que sucumbiera en el barro. No había ninguna terminal, ni siquiera techito de chapa! Solo tres o cuatro mototaxis dispuestos a comerse a la presa, o sea yo. El otro pasajero se esfumó con su jaulita de pajaritos colgando del brazo.

Debo aclarar y agradecer que en ese preciso momento se detuvo la lluvia y el cielo empezó a clarear. Por esas mágicas coincidencias, justo me entró el mensajito de mi anfitriona preguntándome si ya había llegado, donde estaba (Vaya uno a saber!!!) y que me mandaría una moto ya mismo.

El joven del puestito de “vaya a saber qué”, le indicó la ubicación y en menos de cinco minutos un mototaxi se detuvo frente a mí, y con mi nombre, supe que no era el príncipe, pero sí mi salvador.

Me calcé el casco y acomodamos los bultos entre sus rodillas, para seguir el periplo, veinte minutos más! hasta la casa de YuliAna.

Por suerte resultó un barrio más amigable. Y ella por sobre todo! Me estaba esperando con la habitación preparada, con toallón de Kitty! Ja! (mi dibujito preferido) y un completísimo desayuno de ….. (a completar por quien sepa identificar los paquetitos y cajitas de “no se qué”)




Por suerte yo tengo siempre a mano mis saquitos de té y algún pan o galletitas de forma más normal. Intento probar y no despreciar lo que se me ofrece, pero en definitiva no me animo y todo me sabe mal, o super dulce, o super picante, o puro anís, o son pegotes no aptos para el consumo humano. Igual gracias! Pero paso.

YuliAni es musulmana, como el 98% de la población, pero usa ropa occidental y está divorciada con dos hijos ya grandes y un nieto. Ha viajado por todo el mundo, y así lo demuestran las cientos de fotos que tapizan las paredes de su casa. Ha escrito tres libros de viajes y otro de armonización interior con temas de energéticos y de auras… Dios las cría y ellas se encuentran, Ja!



Su casa es sencilla aunque limpia y ordenada, con aire acondicionado, y un baño “NORMAL”, donde pude darme una ducha como Alá manda!

Me ayudó con la visa y el pasaje para mi siguiente destino…(no se pierdan el próximo capítulo, ja!) y salimos a conocer la ciudad… 42° a la sombra! UFFF!!!

Llamó a un taxi para ir a tomar un colectivo a “diez minutos” que nos llevaría al centro.

Lo que no me explicó es que los diez fueron treinta, otros treinta esperando el colectivo en el que viajamos por otras dos, SI! “DOS” horas más, a paso de hombre, por un laberinto de calles y avenidas, para terminar cambiando a otro colectivo, esta vez, sí por 10 minutos. Ergo, tres horas y pico para llegar al “centro”.

Evidentemente como dicen los folletos, es una ciudad enorme, gigante, inabarcable, inentendible!

Los contrastes entre la riqueza y la pobreza son pavorosos. Torres de Hiltons, Four Seasons, Sheratons, y cadenas de Bancos asiáticos de super primer nivel, se alzan entre Toyotas y BMW super brillantes, negros polarizados y chofer de levita, salpicados por millares de motitos en todos los estados de mantenimiento, que zumban como colmenas cuando los semáforos se ponen en verde.

El dato curioso es ver a las musulmanas portando el caso reglamentario sobre el hiyab (paño que les cubre la cabeza abrochado bajo la mandíbula, dejando la frente tirante y el cuello, hombros y brazos siempre a cubierto=. Muy pocas por aquí usan gurka, pero el 50% aún usan el hiyab sobre ropas occidentales, siempre con las mangas y las piernas cubiertas, nada de shortcitos ni mangas cortas. Otra variante muy popular es usar la capucha de los buzos bien cerrada con el cordón, dejando solo el rostro circular afuera, así haga 45° de calor! Los hombres ya casi no usan el “camisón” o bata hasta las pantorrillas, aunque todavía hay quien lo porta y con el gorrito kepi en franco equilibrio calzado en la sien.

Lo que sí el 85% de las personas usan barbijos! ¡Todo el tiempo y en todo lugar! Jakarta se jacta de ser una de las ubres más contaminadas del mundo, por la cantidad de habitantes y polución de vehículos. Posiblemente sea cierto, porque desde que llegué, no paro de moquear. Pero ni loca me pongo ese artilugio. Nunca Más!

Sumado a la polución, podría decir que el consumo de tabaco es impresionante. No hay restricciones de espacios ni edad, ni actividades. Ergo, manejan fumando, cocinan fumando y hasta los mozos tienen el pitillo a mano cuando no están con la bandeja. Se fuma en los colectivos, en los templos y obvio adentro de cualquier negocio. Un asco!

Sigo observando: no hay una vereda sana, mucho menos continua, se acaban y vuelven a empezar aleatoriamente sin proósito alguno. No hay cordón de vereda donde no se acumulen bolsas y olores, restos de materiales de construcción por doquier, como olvidados y transparentes para quienes ni los ven. ¡Gente, gente, gente! Hormigueando por doquier, entre puestos callejeros y restaurants de cinco estrellas Michelín. ¡No se puede creer! El lujo convive con el despropósito a la enésima con un amor ciego, sordo y asqueroso.

¡No hay un solo parque en toda la ciudad! A lo sumo un boulevard con árboles secos y doblados por la desidia, y un espacio verde de pasto sin cortar alrededor del Mona, obelisco de lo más insípido frente a la casa de Gobierno, famoso por lo descomunal y por la punta de oro que lo remata en su cúspide. Además de ser el hazme reir de los que lo denominan: la última erección de XXXX, el presi que lo mando construir. En fin, ni ameritaba bajarse del colectivo para recorrer su perímetro alzando la vista y se fini.



En los alrededores, un “lago” artificial que daba vergüenza ajena. Lleno de basura alrededor, sus aguas turbias verdosas y espumosas oficiaban de cloaca pública. Increíble los que se atrevían a pescar allí, bajo unas lonas raposas. Y no quiero ni pensar, si alguien comiera esos pescados. Por no hablar de todas las otras inmundicias “comestibles”que veo al paso. Pensar que una se esfuerza tanto en una nutrición sana y variada, libre de azúcares, aceites y grasas y acá no se entiende como viven. Otra curiosidad es que a nadie le molesta y pareciera de lo más normal, que la gente vaya erutando por ahi, sin ni la más mínima disculpa. Mi anfitriona lo hace cada cinco minutos, y yo creo que es la ebullición que tienen adentro de todo lo que se meten por la boca.

Mejor sigamos, vamos para la plaza Fatahillah que de plaza no tiene nada. Es un espacio abierto cementado, vacío, frente a un ex museo clausurado, y lo rodean fachadas de edificios abandonados. ¡Un asco! No sé que le ven de turístico! para vender los de trip Advisor se llevan el Oscar a la Mentira, terrible!




En un borde hay un puesto de alquiler de bicicletas (no más de diez) que son famosas en Instagram porque a alguien se le ocurrió pintarlas de colores fluors, técnica que no logra encubrir el mal estado en que se encuentran. Por añadidura, por una módica suma, te podés disfrazar de señora antigua con sombrero al tono de la bici y hacerte unas fotos en un retablo contra una pared. Digamos que en glamour le pondría un cinco (aprobado con cuatro!). Obvio que con el calorón no había más que tres o cuatro turistas, incluída la que habla y mi acompañante.

Lo único más que lindo, fue un bar antiguo en una esquina, tan famoso como el Tortoni, muy bien conservado, con retratos de artistas americanos de la década del ´20 al ´50 tapizando todo su interior, baños incluídos (les hice la correspondiente visita tras tres horas de viajón!) y apetitosas tortas “occidentales” con aroma a buen café como Dios manda. Le ofrecí a YuliAna tomarnos un recreito pero las miró con la misma cara de asquete con que yo miro a la comida local. Buah! Me las perdí… seguimos camino a la gran Mezquita, la más grande del Sudeste asiático, según mienten los folletos.





Llegamos ante un gran edificio que más parecía el hospital Durand que un templo musulmán. La redondeada cúpula con la insignia de la media luna se elevaba por encima pero solo la podías apreciar a tres cuadras a la distancia, entre cables enredados y postes desvencijados. Cuando quise entrar, aunque ya me estaba sacando las sandalias, me pararon en seco, y me negaron el acceso, buahh… que se la guarden!






Quise ir al museo de Historia e Independencia, pero los lunes están todos los museos cerrados. Nueva frustración.

Comenzaba a llover de nuevo. Precavida había llevado mi fiel ponchito de nylon azul.

Último punto del recorrido: la Catedral. Sí! Enfrentada a la Mezquita se encuentra la catedral católica. Un atípico emplazamiento para un templo de lo más típico, de impecable neogótico con las torres sin terminar, que bien podría haber estado en Francia como en Luján. Ninguna sorpresa ni por afuera ni por adentro, uno más! Pero lo insólito era ver algo así en plena capital de Indonesia.



Por suerte la parada del bus estaba enfrente y llegamos antes que se largara fuerte. Conseguimos asientos para enfrentar las tres horas de regreso, que por ser “after office” resultaron caóticas cuatro y media! Entre bocinazos, frenazos y otras distracciones.

Ver la ciudad iluminarse poco a poco tampoco fue la octava maravilla como era de suponer.

Exhaustas bajamos en la terminal y taxi mediante llegamos a su casa siendo las 22. Hora nada recomendada para seguir levantada tras el madrugón de las 3.00 am. en el micro de llegada.

Descarté la posibilidad de una cena. Agradecí con las manitas juntas sobre el pecho inclinando la cabeza y la espalda y ...good show! Se finí! Caí rendida con el sinsabor jakarteano entre mis lamentos.

En fin, a veces hay que probar lo malo para volver a saborear lo bueno. Veremos cómo se sigue mañana...


 Día siguiente: break total! No quise ni moverme del sillón! El afuera no me ofrecía nada interesante, más que mugre y decadencia, frutos indebidos de la pobreza local, a pesar de estar en un barrio “digno”. Pero era como decir que estaba en Gonzalez Catán para ir a ver el Caminito de La Boca, ya no! Los colectivos y el tráfico de ayer me saturaron. Ergo, silencio! Día de lectura, escritura, y averiguaciones de visas, rutas posibles, alojamientos y etc. Orden de mochila y bañada de cuerpo, cabeza y alma!

Mañana, despedida! Y a volar...mi amor!



                                                                Gracias Indonesia!!!



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