Mientras en el hemisferio sur se inicia el otoño, se supone que en el norte, es tiempo de Primavera. Pero en estas regiones tropicales no existe la división en cuatro estaciones, sino en dos: época de lluvias y época de sequía.
Evidentemente estoy en esta última, el calor es sofocante e inhabilitante, por lo que una excursión de dos días a un lago sonaba extraordinario. Y así lo fue!
El paseo consistía en que te trasladan en un micro desde el hostel hasta un pueblito puerto donde paran a comprar víveres y que vos te surtas de bloqueador solar, spray antimosquitos, agua al por mayor, gorra y zapatillas para atravesar vados.
“La Juzgadora!” y luego no quiero más juicios en mi vida… que mal! ¿Cómo dar vuelta la tortilla?
Bueno, dicen que tomar conciencia es el primer paso… Yo ya dí casi la vuelta al mundo, y no aprendo demasiado, voy a tener que seguir avanzando, a ver si en algún momento, lo logro, ja!
Me refiero a no prejuzgar, no a detenerme en mi andar, ja!
Las popas de las barcazas llevan sogas de colores, cada color tiene un significado para su cultura, pero no llegué a entenderlo plenamente. Solo noté que la devoción se perpetua en el agua, ya que cada tanto, pasábamos delante de altarcitos cuasi hundidos en la costa, y el capitán, suavizaba la marcha del motor, inclinaba su cabeza, y recogía sus manos sobre el pecho en el infinito gesto de perdón y agradecimiento, para luego proseguir como si nada especial hubiera ocurrido.
Los pasajeros, felices, nos saludábamos como niños, de bote a bote, con las manitas en alza, sin saber realmente hacia donde nos dirigíamos.
Nos asignaron a cada cual la suya, donde un colchón precario cobijaría nuestros sueños, una inútil manta y pare de contar. Baños comunitarios, muy limpios y apropiados en el extremo del mielle.
Un sonriente cocinero local ya nos tenía las fuentes de autoservicio preparadas sobre largas mesas bajo un sagrado quincho protector del sol quemador.
Para mi sorpresa, la comida estuvo riquísima! ¡Y suave! Sin especias, sin picantes, y había vegetariano para elegir, magnífico! Creo que me llené por toda la abstinencia de los últimos meses, ja!
Tras la comida, dos horas de relax libre, permiso para nadar en el lago de cristalinas aguas junto a peces curiosos y juguetones, remar en los kayacs habilitados, dormir la siesta, leer o lo que te plazca.
Obvio, no era cuestión de cerrar los ojos y perderse de esa fotográfica sublime contemplación! Y si es desde un flotador extendido sobre el agua calma, mucho mejor!
A la hora programada, ya estábamos todos listos para embarcar nuevamente, dejando nuestras cosas allí para retornar a la nochecita, para ir hasta una costa enfrentada donde haríamos un trecking a una cascada. Todos me miraron dudando de mis habilidades de escaladora, cuasi preocupados por mi supuesto futuro salvataje ante un accidente, o tiempos improductivos de espera pasiva a causa de mi lentitud hipotética.
Ni una cosa, ni ninguna de ésas! ¡A mi juego me llamaron! Ninguno podía saber de mis “Diplomas de Cabra” en los campamentos de escuela de mi niñez. Como si el tiempo no hubiera pasado, emprendí el sendero con la misma alegría, disposición, concentración y atletismo que seis décadas atrás! Iba saltando charcos, evadiendo pozos, rodeando piedras, subiendo rampas de raíces, atravesando la jungla enredada, colgándome de lianas, acariciando árboles, oliendo flores extrañas, humus dormidos, abriendo luces entre ramas enmarañadas, olvidada de mis compañeros y del mundo. Gozaba de mi propio éxtasis cual criatura de la Naturaleza en la que me encontraba. Despreocupada del tiempo, de los miedos, de los cuidados, de los debería y de los por acá…
Me empeñaba en dibujar mi propia senda, avanzando hacia la cima, buscando recovecos entre el montecillo de verdes y dorados, feliz! dinámica, audaz!
Ni los mosquitos ni los monos lograron detener mis ansias. Lagartijas y arañas se asomaban a saludarme como si me conocieran. Por mi parte, aprecié hongos diversos y tornasoles sobre cortezas desconocidas. ¡Una tarde de éxtasis impensada! Un disfrute más sumado a un día de gloria!
Para cuando llegué a la supuesta cascada, tuve que esperar a la mayoría de “los jóvenes” que agotados, lengua afuera y corazón en la mano, llegaban con sus quejas y dolores.
La cascada estaba prácticamente seca, como era lógico en esta época del año, pero la promesa del lago a nuestro pies, hizo que la bajada fuera más que gozosa.
Al volver a nuestras casitas flotantes, lancha mediante, la nadada vespertina se hizo Milagro bajo una medialuna rosa naciendo en el horizonte, tiñendo las aguas con su amable resplandor…
La cena, impecable! Volví a llenarme por si acaso, para las sucesivas semanas, ja!
Cuando los jóvenes se quedaron cantando, fumando y dándole al alcohol, me retiré a mi nido flotante y me dejé abrasar por el oleaje nocturno, pleno de un santo silencio, apenas interrumpido por el salto de algunos peces, y el piar de bandadas de pájaros oscuros.
¿Hay algo más parecido al Paraíso?
No lo sé, pero hoy tuve el mío propio…
Sólo Gracias!
No hay Amor más grande de cómo expresarlo...
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