jueves, 24 de abril de 2025

Tren chino

Programa para hoy: mudarme a Vang Vieng. Otra población que las guías te marcan para ver. Está a 200 kms. al sur de Luang Praban. Podés ir en van durante 6 horas, o en tren en escasos 50 minutos.


¿Cómo es eso?

Es que Laos cuenta con un tren bala que han hecho los chinos y que la atraviesa de norte a sur.




Para mi sorpresa la estación de salida era más grande que el aeropuerto de las ciudad de Córdoba, ni hablar con el de Fiji Island!, Ja! Y repleto de gente! Hay seis servicios diarios, y por lo visto siempre se llena. De hecho, Laos está desbordada de turismo de chinos. Son fácil de distinguir por sus modales bruscos, sus gritos al hablar, van siempre en patotas familiares, paraguas para el sol, encapuchados como guerrilleros, con barbijos eternos de miedos.

Adentro super moderno, como recién tapizado, todo con carteles de signos cruzados, y con servicio de barcito ambulante con azafatas como en los aviones.

El 70% del trayecto transcurre por oscuros túneles como era de suponer, atravesando montañas tan altas como empinadas, sembradíos de cultivos salpicados de vacas y chozas en increíble desequilibrio desfiando la ley de gravedad.

En menos de lo previsto, arribé a mi destino. Casi me paso, ya que no entendí el nombre de la estación por el altoparlante, menos todavía en los carteles del andén en letras de oruguitas laosianas. Cuando vi que se bajaban todos “los blancos” (anque colorados yankees, escoceses y nórdicos), deduje que también yo debía bajarme. Corrí a las puertas de salida justo a tiempo!

Afuera en la calle, nuevamente la guerra de los tuc-tucs estafadores, pero qué remedio! 


A subir en alguno. Esta vez exigí que me dejara en la puerta del hostel seleccionado. Oportuna elección, ya que al descender en la puerta me iba derritiendo como un cubito en agua hirviendo.




















 Dejé las cosas en la habitación y me tendí en unas poltronas de almohadones coloridos en un gran balcón mirando el río y las montañas. Pura belleza verde!





Quedé el resto de la tarde en estado catatónico… a punto de ebullición interior…

A eso de las 18, una gran bola de colores se asomó en el cielo, cruzando por delante del balcón. Era un inmenso globo aerostático con turistas felices en su canastito, apreciando la misma puesta del sol que yo desde la baranda.



Otra vez el Milagro del bello febo… todo para Agradecer…

Y si es con una cervecita, mejor!







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