viernes, 30 de mayo de 2025

Cat Bá

 Esta es la isla paradisíaca que aparece en todas las recomendaciones turísticas de Vietnam, la presente en todos los afiches! La emblemática Halong Bay!!!


Bueno, a decir verdad, uno se va enterando de cada punto a visitar, con el famoso boca a boca, con los blogs de viajes de otros viajeros, y con toda la publicidad con que te llena el Google una vez que tecleaste el nombre de un país. No es que toda mi vida haya soñado con venir a Halong Bay, pero es increíble como funciona la “persecución ideológica”. Incluso para mí que me jacto de ser racional, escapada del sistema y otras bobadas… Pareciera ser que si no cumplís con todos los itinerararios ofrecidos, te estarías perdiendo tu pasaporte al cielo. O lo que sería peor! Te estarías perdiendo la 10° maravilla del mundo según el Guiness Advisor Trip Geographics, cual Biblia de todo viajero informado.

Lo cierto que llegar a Cat Bá no tiene nada de aventura. Te tomas un micro como cualquier otro, y listo! Nada que con plata no se alcance, ja!



Ahora, el nivel de frustración al llegar, para mí, fue tan proporcional como los versos de venta. Primero unas torres de alambre carril para cruzar a la isla tan gigantescas como si de cruzar los Pirineos se tratara. No entendí su desafiante magnitud hasta llegar del otro lado. Los compartimentos colgantes son tan grandes como para veinticinco personas al mismo tiempo, solo que volaban suspendidos como fantasmas, ya que nadie los utiliza, Algún no convenio con las empresas de traslados turísticos, no les cerraron los números. -”Pero esto es cosa de chinos, evidentemente! Vietnam no tiene este poderío constructivo para erigir esto acá! -pensé con inteligencia.












Claro! Al llegar a la otra orilla, vi con desesperación, la magnitud de torres y edificios de toda escala con la que están superpoblando la “islita idílica de pescadores”. De ellos, nada queda, fueron diezmados por las topadoras y las palas retroexcavadoras por miles! Grúas gigantes “construyendo” (o destruyendo) el futuro. Kilómetros y kilómetros de empalizadas de chapa reguardando las obras, impidiendo la vista al mar, lo que otrora era playa pública y acantilados, ahora es territorio de las empresas constructoras. Chinas! Como ya había adivinado! Los grandes capitales que se lavan con inversiones de magnitudes inimaginables para el común de los mortales.

En una palabra, ME ENOJÉ! Y mucho! Es mi forma de esconder la tristeza y el pavor que estos hechos me producen. El negocio inmobiliario ante todo, destruyendo toda la naturaleza a su paso, como si jamás hubieran escuchado hablar del calentamiento global o de preservar especies, bla bla.. etc. porque por supuesto todo esto va acompañado de toneladas de basura generada, consumismo al disparate y todo lo que ya sabemos.

El gris y la llovizna no ayudaban para nada. O sí! Para deprimirse como Dios manda!

Hice todos mis mejores intentos por reponerme de semejante shock visual, lléndome a llorar a unas escalinatas con un resto de arena, y miles de chinitos sacándose selfies boludas con el mar a lo lejos, muy lejos… La playa había desaparecido como por arte de magia, o arte de “emprendedores financieros”… 


Me debatía entre volverme a Hanoi o apechugarla, tratar de encontrar un bote mínimo que me llevara a conocer las formaciones calcáreas que tan lindas se veían en las publicidades.

Ya avanzada la tarde, imposible regresar. Decidí cambiarme del hostel que se supone estaba sobre la playa (ahora frente a las grúas elevando containers por el aire), por otro más lejano en la montaña, aunque eso implicó arrastrar mi valijota cuesta arriba, pero el nombre me sedujo: “Secret Garden”.

Lo bien que hice, porque el ambiente festivo de los jóvenes allí reunidos me hizo bien para cambiar de ánimo, incluso con un partidito de billar y cervecita mediante, ja!.

Enfrente había una agencia que organizaba viajes de un día por la bahía, en unos barquitos ni tan pequeños ni tan despampanantes, incluyendo paradas para hacer kayac o para nadar. Almuerzo incluído, precio módico, me pareció bien para sacarme las ganas. La contraté para la mañana siguiente, rogando que se despejara el nublado y la lluvia se abstuviera.


Amaneció ni tan tan, ni tan no tan, con la promesa o la intención de abrirse. Los rayitos hacían fuerza por quedarse y mi ruegos los alentaban a asomarse.



Finalmente fue un día más que aprobado! El grupo que me tocó como compañeros de travesía, resultaron amorosos y el guía resimpático. La comida bastante rica y abundante. Higiene y puntualidad satisfactoria. Pero lo realmente imbatible de maravilloso, fue el paisaje indudablemente! Tal como vaticinaban todos los anuncios! A la Naturaleza, así bellamente “natural” como lo que es, no le hacen falta maquillajes de cruceros dorados o fuegos artificiales.







Para mí fue un placer absoluto disfrutar del silencio respetuoso de quienes nos adentrábamos aguas adentro, alejados del murmullo comercial y pescaditos de colores.

El haber remado mi kayak casi dos horas en solitario, en esa inmensidad, metiéndome en grutas solitarias, donde el tiempo parece detenerse, las siluetas de las estalactitas colgantes son una invitación para el asombro, las aguas transluciendo peces danzantes, medusas, langostas, estrellas de mar y otras especies divinas. Un placer para todos los sentidos!









Además de una inyección de vitalidad y rejuvecimiento al por mayor, puro placer!

Devolvimos los kayacs a la plataforma amarrada al barquito y éste se acercó a otra costa con playa propia. A doscientos metros de la misma, el guía nos invitó a zambullirnos y nadar hasta allí.

Medí mis fuerzas, la capacidad de mi respiración, y mis ganas! No era cuestión de quedarme atrás.

Abrí mi corazón, y con una no entrenada “palomita” me lancé desde la cubierta, con toda la felicidad que mis brazos pudieron alcanzar. El chapuzón bien valió la osadía.

En impecable pecho seguí a la manada, y cada tanto me hacía unas espaldas para recuperar la fuerza. Las aguas son tan calmas a esa altura, que no había ni olas ni corrientes adversas. Sólo las ganas! Para cuando los alcancé, descubrí que más de uno se había vuelto al barco. Yo me sentía exhultante de vigor y placer. Nos metimos por unas rajaduras en la piedra del acantilado que hacía de telón de fondo, realmente diminutos pasadizos, donde recordé el cangrejo de Thailandia y dudé en pasar. No era momento para acobardarse y perderse la sorpresa al otro lado rocoso. Otra playa paradisíaca, obviamente desierta! Me sentía Robinson Crusoe femenina, ja!





Así pasaron las horas de esta “excursión” a medida, una de las más bonitas actividades a lo largo de los últimos meses, sin lugar a duda.

Lo que empezó con enojo y rabia, logró transmutarse en belleza y alegría. Es increíble el abanico de sensaciones que uno puede experimentar en el correr del tiempo, aunque a veces, es uno el que tiene que dirigir la manija, y salir del lugar de sufrimiento que nos calza tan bien. “El que busca encuentra” -decían por ahí. Así que a seguir buscando…




Se va acabando Vietnam… and then??? -me pregunta mi curiosa vocecita interior.

Le pido a los angelitos que me muestren el camino...

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