Tres días de playa no vienen nada mal! Especialmente si el hostel da directamente a la arena, con poltronas, reposeras, hamacas, y silloncitos de diferentes modelos.
Los días grises, ya estamos en temporada de lluvias, invitaban a la lectura y a la siesta reparadora, pero a esta hormiga le cuesta asumir esas actividades, por lo que me caminé de una punta a la otra de la playa, remojando los tobillos, anque también el cuerpito cada tanto.
Aproveché para escribir un poco (los tengo un tanto abandonados de noticias frescas) y empezar a planear cómo y dónde seguirá mi itinerario. Siento que para cuando llegue al norte de Vietnam -geométricamente, voy por el tercio inferior- tendré una especie de tapa sobre la cabeza.
Ya cumplido el Sudeste asiático, and now??
China no me atrae, en Myamar hay guerra, volar (saltar) no quiero, y …. no sé bien pa´donde seguir... Veremos, veremos…
Por ahora, tratar de mantener el foco en “el aquí y ahora”, la gran lección de mis viajes.
Si estás planificando el futuro, se te pierde el presente.
Si estás recordando el pasado, se te pierde el presente.
Ergo, aquí y ahora!
Aunque este pueblito mínimo es famoso por unas dunas de arenas rojas, no me llaman para nada. La excursión para ir hasta allí es carísima, solo para turistas! y si se trata de ver desiertos, yo ya tuve los mejores en Namibia y en Etiopía! No me van a comparar con uno minúsculo en Mui Né, Ja!
El tema cuando ya recorriste tanto, es que cada vez es más difícil, sorprenderse de algo, por más catarata de no sé cuanto, ruinas y monumentos, templos, ciudades, etc.. todo se empieza a volver un copy paste, con distintas formas y colores, pero en definitiva más de lo mismo.
Cada lugar se “vende” como “incomparable”, “bellísimo”, “único”, , etc. Todo muy lindo si estás haciendo un turismo local, cuando tenés ganas de ir a ver el último yuyito del monte, y pagar transporte, hotel y entradas varias. Pero si ya has visto tanto, como es mi caso, otra es la historia. Está bien que soy curiosa, pero no bolu!
Hay que saber filtrar muy bien la información, porque todas las fotos son tentadoras, el photohop como bandera, las promociones como estribillo y la realidad, es que no es para tanto. De hecho, ya pisé varios palitos. Cada vez intento afinar más el ojo.
Por de pronto, lo único novedoso que encontré acá, son las balsas pesqueras de bambú en forma circular.
Bahh… las originales eran de bambú pero las actuales son de fibra de vidrio celeste, o sea que parecen vulgares bañaderas redondas con su asientito incorporado en el interior, los ganchos para las redes y las cañas, algunos baldes rotos y mucho olor a pescado alrededor. Las olas las suben y las bajas y las hacen girar en círculos mientras los pescadores, celular en mano para variar, las maniobran como a los autitos chocadores del italpark. De noche, cada una con sus lucen, estrellean el mar a la distancia cumpliendo su labor de siglos…
En contraposición, la modernidad de los tiempos, transporta a los turistas, de ciudad en ciudad, en snobísimos micros-cama.
Y cuando digo “cama” es cama! En vez de asientos reclinables, hay cubículos individuales o en pares, con largo colchón, almohadita, frazada, tu luz individual y tu enchufe para cargar el celular. O sea que viajas absolutamente horizontal! Podés estirar las patas a tus anchas y dormirte como Dios manda. Un placer!
Por supuesto también aquí subís descalza -la mullida gruesa alfombra interior aplaca todos los ruidos- y en las paradas para el pipi room, te dan ojotas cuando bajas del micro.
Así que así descansada como llegué hasta aquí, así me fui a los tres días hacia Da Lat, otras de las promesas a visitar...






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