Tras 24 hs. de recomponer el cuerpo gozando de la pile del hostel y aprovechando para editar y seleccionar fotos, más ponerme al día con los relatos del blog, pasé, en micro nocturno de lujo -con camas de verdad incorporadas! (cosa de chinos!)- a Sihanouville, ciudad costera al sur de Camboya, enfrentada al mar de Thailandia.
Ésta resultó cuasi una ciudad fantasma. Tan enorme como enormemente vacía. Está plagada de esqueletos de rascacielos de hormigón sin terminar, o mejor dicho, abandonados. Otros tantos, super modernosos, son mega hoteles chinos, impresionantes! Pero salvo el portero y los concerjes, no se veía ningún movimiento ni autos estacionados en los parkings.
Hay decenas de megacasinos, también vacíos! En uno entré por una “urgencia sanitaria” (que fineza!) y salvo dos groupiers y un cliente, el gran salón alfombrado, lucía impoluto!
Pasé por dos super gigantes shoopings (atrás Satanás! Ahí ni para el baño …) y todo lucía más que silencioso. Llegué a la conclusión que allí es un gran lavaropas de divisas chinas! Sino, no se entiende…
Está bien que es baja temporada, se supone que en Mayo empieza la época de lluvias, pero de ahí a “nadie”, es bastante raro…
Por mi parte me bordeé toda la costanera en una de mis interminables caminatas, derritiéndome al paso, aunque gozando de intermitentes metidas al mar para mí sola! Sihanouville tiene una longitud de playas maravillosamente largas, de arenas blancas impecables, agua transparente más que caliente (onda caldo), y 0 público, ni una sombrilla!! Las fotos no me dejan mentir!
Es más, al principio me daba miedito meterme porque no entendía que no hubiera nadie, Pensé que quizás hubiera tiburones, o estuviera plagado de aguas vivas, después del cangrejo me he vuelto muy prudente, ja! Pero era tal el calor, que decidí probar suerte y me lo redisfruté!
Volví al hostel a media tarde, para seguir remojándome en la hermosa pileta y nadarme unos cuantos largos. Estaba ya relaxando en una reposera, cuando de repente, sin previo aviso ni grisado del cielo siquiera, se desmoronó una torrencial lluvia. Duró apenas cinco minutos, pero los suficientes para volver a empaparme, ja! Parece que era mi día acuático.

En vista que la city y sus alrededores no daba para más, al día siguiente me mudé para Kampot, otra ciudad sureña sobre el río Mekong, el mismo que ya había navegado en Laos y estado en las 4000 islas de su estuario en el límite con Camboya. Este río nace en La India, atraviesa China y sigue bajando hasta su desembocadura en el mar, super larguísimo!
Kampot me sorprendió gratamente. Llegué sobre el atardecer, cuando el sol se ponía tras unas colinas del otro lado del río, iluminando de rosa toda la playa. En ella ubican toldos, carpas, o bien mesitas, cientos de restaurants costeros, y la orilla se llena de vida, de música, de lucecitas de colores, y cientos de familias y turistas paseando.
Para no ser menos, me disfruté una cervecita mirando “el mundo feliz”.
Hoy me alquilé una bicicleta para ir a conocer el “lago Secreto” -que de secreto no tiene nada, ya que figura en todos los mapas y está sobre una ruta de lo más transitada- y una afamada plantación de pimienta.
Esta vez no pinché, pero de la hora que me dijeron que tardaría, fueron tres! La ruta estaba pavimentada solo hasta la mitad, ergo el resto era puro barro y piedra. Y por añadidura, tuve que parar cinco veces, a resguardarme de la lluvia que como toda lluvia tropical, cae intermitentemente. Entre la tercera y la cuarta, no conseguí ningún techito de amparo al paso y me reempapé!!! Ja! Pero como en seguida sale febo con todo su esplendor, te secas más rápido que en un Koinor. ¡Qué antigüedad! Ja!
En un toldo del lago secreto, aproveché a tomar un café mientras paraba la lluvia. Lo divertido fue que en vez de mesas y sillas, solo había hamacas paraguayas. Lindísimo! Y con una vista preciosa! El café? Riquísimo! ¿Sabían que Camboya es un impotantísimo productor de café? Después de Brasil, Colombia, Etiopia, y no me acuerdo quien más…
Me lo redisfruté! Obvio, otra vez, todo el lago y “el bar” para mí sola, ja!
Seguí pedaleando otra hora y media más (al final eran 20 kms. de ida y 20 de vuelta, puff!!) y llegué, barro mediante, a la famosa plantación.
Resultó un predio enorme de una fundación francesa que desde hace años producen varias variedades de pimienta y otros condimentos: cúrcuma, ginger, chilly, mostaza, etc. y varios tés e infusiones. Todo con unos envases pipí cucú, bien franchute. Participé de la visita guiada, super interesante! Jamás imaginé todo el proceso necesario para producir estos productos, ni conocía las plantas. Tras la visita, te hacen una degustación que por razones obvias a mi sensible paladar desheché agradecida, y pasás al área de ventas onda boutique. Hay además un restauranr refinoli, unos cuartos por si te querés quedar a pernoctar, una escuela primaria para los hijos de los empleados, un jardín botánico pequeño con especies locales, y todo florecido parecía “otro mundo feliz”!
Valió la pena el esfuerzo.
La vuelta se me hizo durísima porque además del cansancio tenía fuerte viento en contra.
En fin, quien me quita lo observado, ja!
Llegué al hostel, me bañé, me puse linda, fui a devolver la bici, a comprarme el pasaje para mañana a Vietnam, a buscar algo rico para cenar, y a caminar por la vera del río.
Día más que cumplido!
Gracias!






















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