sábado, 7 de junio de 2025

China

Debo confesar que solo pronunciar su nombre, me produce pavura.



Me cuestioné un montón si vendría por estos lares, o cómo continuaría mi viaje.

Miré y remiré veintemil veces el mapa: Tibet, Nepal y Bhután se presentaban como un imán, pero cómo llegar por tierra?



Trato a toda costa de evitar aviones, por varios motivos: costos, contaminación, no ves nada del territorio, solo aeropuertos occiglobalizados, no conectas con la gente local, etc. etc. Opción descartada!

Myamar (ex Birmania) está en guerra civil interna, ergo, nada recomendable para pasar por ahi. No queda otra que China…

Ya saben que a mí los chinos no me caen nada bien, no sé qué memoria atávica opera en mí, pero junto con los brasileros, no son santos de mi devoción, mal que me pese reconocer mis prejuicios.


A medida que fui conviviendo un poco más con los de ojitos rasgados, en mi paso por el sudeste asiático, se me confirmaron mis sospechas: no me los banco! Son los reyes de la antipatía y la prepotencia, algo así como los yankees, pero sin entenderles ni “J”! más que sus miradas duras y sus gestos rudos.

Así que meterme en su territorio, donde obviamente son más que mayoría, iba a ser todo un desafío emocional. Sin contar que no me esperaba que “nadie” hablara inglés y no entendés un p. cartel. Todo está en su ininteligible escritura por cierto!










Para sumar mi desconsuelo, quedás aislada del mundo virtual, ya que aquí no funciona nada del sistema Google. O sea no google maps, no traductor on line, no mail, no whatt´ ap!!! quedas sola y aislada sin línea, hasta que algún angelito (extranjero) te ayuda a poner un VPN en tu teléfono y te regala una Sim-card de Hong Kong que le sobra (acá no me quisieron ni vender una!). Como siempre, los Milagros existen! Entonces, empezas a respirar un poquito más aliviada, como para borrar el susto.


Encima, se acabaron los turistas! Chongqing, adonde llegué tras veinte horas de tren desde la frontera con Vietnam, es una ciudad de 10.000.000 de habitantes!!! la 4° más grande de este monstruoso país! Pero hasta aquí no llegan muchos “blancos”.



¿Qué que hago aquí?

Es desde donde conseguí pasaje para el Tren a Las Nubes, un recorrido a más de 3000 m.s.n.m. atravesando todo el país para llegar al Tibet, tras otras 36 horas de viaje.

Esto sí me entusiasma! Conectar con el silencio de las mesetas áridas del norte, ver los Himalayas y los grandes cordones montañosos… me tiene más que ilusionada.

Es por esto que elegí “sufrir” un ratito en esta ciudad, donde además debí esperar que me llegue el correo (físico) con el “PERMISO CHINO PARA ENTRAR AL TIBET”, cosa que no siempre conceden. Ergo, esto fue como poner el huevo, o comerte la gallina. Es más que una Visa, es un documento grande como un diploma de pared, todo en letritas cruzadas (vaya a saber si está bien escrito mi nombre y pasaporte! Ja!). Estuve hasta ayer cortando clavos y encomendándoselo a mis angelitos. Finalmente llegó al mediodia: Aprobada!

Y cuando digo sufrir, me refiero a que es la primerísima vez que entrar en un país desconocido, me produce tal grado de stress como nunca antes había vivido.

Llegar al hostel fue algo peor que tratar de llegar a Marte nadando. Nadie me entendía, o ni siquiera se detenían ni prestaban atención a mi pregunta cuando mostraba la dirección, a la salida de la estación de trenes. Obvio, el Google map había desaparecido de mi celu.

Finalmente logré que el empleado de los tickets de los subtes me explicara la conexión y me cobrara la ficha. Otro me acompañó hasta el andén pertinente, cinco subsuelos más abajo, y me “depositó” en el vagón correspondiente, haciendome seña que en 5 estaciones debía cambiar de subte. La pregunta mental mía, era como contar las 5 estaciones. ¿La primera sería donde había subido? O la 1° a la que llegaría en unos minutos? Y si el joven entendió mal la direciión del hotel y me estaba mandando a los suburbios? Me extrañaba que un hotel elegido “en el centro” demandara tanto viaje desde la estación de trenes, como si de Retiro al Obelisco, lo hicieras en 10 minutos, aquí se ve que la magnitud de las distancias “centro” es otra cosa!

En mis cavilaciones estaba cuando un señor muy amable, con un bebé en brazos, se me acercó preguntándome en perfecto inglés para dónde iba y si necesitaba algo.

Chequeó la dirección en su sistema telefónico (otra línea china obvio!) y me aseguró que iba bien, que él se bajaba en la misma estación, que lo siguiera…

En un momento, tras varios pasillos, pasadizos, escaleras mecánicas, cintas transportadoras y más pasillos, nos metimos en un ascensor. No ví que botón tocó pero la botonera tenía 22 pisos!

Se abrió la puerta en uno y ahí estaba! Para mi sorpresa, el logo y el nombre del hotel, había llegado!!!

Le super agradecí y se esfumó al cerrarse la puerta del ascensor delante de su sonrisa y su bebé dormido.

Me desplomé en un sillón de la recepción, y antes de entregar mi pasaporte para el cheq-in, lo primero que hice fue pedir una “Coca-Cola helada!”. No sé de donde me salieron las ganas, pero las ví en el refrigerador del mostrador, y como efecto Pavlov, no pude resistirme! Tenía la boca seca, la energía en -0, y fue como agarrarse de algo conocido, aunque desterrado de mi vida desde hace décadas. Increíble!



Cuando recuperé el aliento, completé la admisión, me entregaron las llaves del cuarto, y para cuando miré por la ventana… me agarró anticlaustrofobia!! O sea, me juré no salir del cuarto ni para comer!






Decidí que era el lugar perfecto para encerrarme a escribir, acomodar fotos, leer y ver alguna película… Oh no!!!!! Internet no funciona aquí, cierto! Bueno, tengo varios libros atrasados descargados en mi compu, no me voy a morir de aburrimiento. Al contrario, es la pausa o cámara de descomprensión, que mi cuerpo anda necesitando, y de paso digerir todos los recuerdos acumulados en el Sudeste Asiático.

De hecho, las llaguitas de los talones siguen supurando, no se me cierran, empiezo a preocuparme… se están ulcerando… ¿Será una forma de pedirme a gritos que pare?

No lo creo, hasta ahora, mis piecitos me acompañaron gustosos sin protestar. Incluso en Thailandia recibieron masajitos de regalo. Qué placer! Aunque también recuerdo el susto con la mordida del cangrejo. Bueno, será que son mi talón de Aquiles? No! Éstos son míos, y los voy a cuidar… tienen que andar mucho más…

Para la media tarde, ya el hambre empezó a golpearme la puerta del estómago. La Coca no sería suficiente para tres días de encierro. Deberé bajar a ver qué comer. De paso buscaré una farmacia para conseguir algún desinfectante, y curitas.

Me dí una buena ducha para recargar energía, me armé de valor, y bajé a la calle.

Horror!!! No había prestado atención a qué piso debía retornar luego.

Decidí sacar una foto al frente del edificio, y entonces ví que en la puerta, había un gran árbol. Me sentí “salvada”, de alguna manera protegida. Lo leí como una señal secreta para mí.



Si me perdía, podría mostrar la foto y tratar de llegar apretando todos los botones, ja!

Lo primero conseguir un banco para cambiar mis euros por yuanes.

Siendo sábado a la mañana, dudé si estarían abierto. Enseguida recordé que los chinos no paran nunca de laburar. Dicho y hecho, estaba abierto. Un HCBC, ja! Están por todos lados!

Al principio no querían cambiarme, aludían que si yo no tengo una cuenta en ese banco, no lo podrían hacer. Insistí y recalqué su ridiculez, ya que ningún turista tendría una cuenta en un banco chino. Que en ningún país del mundo, ni en África! me habían hecho tanto problema para cambiar el dinero, que tenía que comprar comida, que tenía hambre… que me dolían las llaguitas… que se apuren!

El cajero habló con otra cajera, ésta llamó a la jefa, la jefa al gerente. Entre todos gritaban (es su forma, ya aprendí) y esgrimían cosas que yo no lograba captar. Tras veinte minutos de disputas, se decidieron a meter mis datos en “el sistema” y tras otros veinte minutos, me entregaron finalmente el cambio! Por mi parte, yo no podía creer que esa era la inteligencia china de la que tanto se habla.

Con el efectivo a cuesta, salí a buscar farmacia. La mejor forma de explicar lo que necesitaba, era directamente mostrando mis lasceraciones que a esa altura ya me asustaban. Me dieron un spray desinfectante y una cremita. Ojalá resulte…

Seguí caminando en búsqueda de algo potable para comer, y para variar, no entendía nada, o todo me da asco o desconfianza. En un momento, en un túnel para cruzar la calle por debajo, había unos puestos de fruta y verduras. Salvada!!! Compré unas bananas, duraznos, damascos, naranja, lechuga, tomate y mandarinas. Almuerzo, merienda y cena garantizada!

Volví al hotel siguiendo las miguitas mentales al estilo Hansel y Gretel, y como soplada por otro angelito, apreté el botón 3 del ascensor. Mágicamente, allí era!!! Nuevamente Salvada!

Ahora sí! A escribir y leer…

Programón para mi No China! Ja!


Ya me conocen… Mi promesa de quietud duró sólo 24 horas.

Hoy al mediodía bajé a buscar más comida -ya agrandada de saber donde quedaba la frutería- y me tenté de andar un poquito más hasta un parque tipo jardín botánico, a una media hora caminando.

Lo que no sospechaba es que aquí las calles, además de ser zigzagueantes (la cuadrícula colonial española no exite!), suben y bajan todo el tiempo, en interminables escaleras, pasadizos, túneles, puentes, escalinatas, curvas y contracurvas. La línea recta no existe ni en los mapas! Así que tuve que hacer un mega esfuerzo de “fotografía mental” para asegurarme la vuelta, además de encomendarme a “mis amigos celestiales”.

Tras algunos rodeos perdida según mis cálculos, logré llegar.

Ja! la multitud de micros estacionados en el frente, me señaló la entrada.







La verdad que era un lugar muy lindo, lleno de árboles enormes, flores en multicolores canteros, un lago central con peces saltadores y un puente “chino”, ja! Atravesándolo.

Muchos asientos para sentarse a disfrutar el canto de los pájaros bajo techitos de pagodas del típico color lacre. Áreas donde cientos de jubilados jugaban a las cartas, y por monedas! Mientras que otros le daban al ping pong.

Nuevamente los disfrazados sacándose fotos cual princesas, o novios preparando el álbun de bodas.




Aproveché a hacerme mi pic nic frutal y reconciliarme un poco con este pedacito de ciudad, mientras en los balcones de sus colinas, el monstruo de edificaciones se asomaba con toda su anónima y descomunal grandeza.

Faltaba aún la parte más difícil: la vuelta!

Siempre digo que Dios se olvidó de ponerme el chip del hambre y el del cansancio, pero a mi favor me entregó con un GPS mental increíble! A veces que ni yo me creo el don de ubicación que tengo, más la memoria fotográfica de calles, carteles y rostros. Así que paso a paso, logré dar con las cercanías del edificio de mi hotel y respiré aliviada.

El resto de la tarde, como niñita obediente a mí misma, me la pasé leyendo.

Al oscurecer, bajé a buscar un poco de arroz, cual manjar del día (o de la noche más precisamente) y descubrí la luna llena brillando entre las siluetas de las torres de enfrente. Enseguida se me vino al corazón y a la garganta, la canción para bañar la luna de Maria Elena Walsh, otro recuerdo atávico de mi niñez, ja!

Cuántas cosas quedan abrochadas en el inconsciente para brotar en los momentos más impensados…

Bueno, me faltan otras 24 horas más hasta la partida del tren a Tibet, veremos... veremos….

Mañana será otro día. Que descansen!



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