Esto de saber que estás en un hotel de lujo y tenés el mega desayuno asegurado, puede ser un peligro de mal acostumbrarte.
Pero siguiendo mi ley de “Aquí y Ahora” me lo super disfruté. Y por supuesto me cargué una bolsita en la mochila para “picotear” durante el día. Ja!
A las 9.00 en punto pasó el micro a buscarnos, y como buenos alumnitos, ya estábamos todos preparados, dispuestos a la excursión del día.
Primera parada: los jardines del Potala, el templo más alto del mundo y ex residencia del Dalai Lama.
Lhasa me impresiona por su limpieza, calles anchas con tráfico ordenado, muchas cuadrillas de mantenimiento por todos lados, pero por sobre todo por la cantidad de flores que hay por todos lados. La mayoría de las calles tienen canteros con rosas enormes, y otras especies. Quizás no es muy arbolada, pero el verde esta muy presente. Dicen que las flores representan la armonía y la belleza que todos los días de le ofrende a Buda.
Por lo tanto, los jardines del Potala son una maravilla! Pero lo más hermoso y llamativo, es que todas las mañanas, la gente local se reune allí para danzar.
Una música pegadiza invitaba a los bailarines a un círculo de movimientos suaves, ágiles y con significado, para variar. Había viejos, y jóvenes, hombres y mujeres, todos expresando sus habilidades del movimiento.
En un momento, como llamada, y sin importarme nada la vergüenza de otros tiempos, me metí de lleno en la ronda y empecé a seguir sus ademanes y su ritmo. La super disfruté!
Esto fue un ratito, porque para variar, en los tour organizados te llevan como rebaño, y no es cuestión de romperles la programación del día, quedándote a bailar con extraños.
Lo cierto que la cola para entrar al Potala era de más de dos cuadras, pero… una de las ventajas de andar en tour, es que nuestra guía ya tenía las entradas y el horario asignado para ingresar. Avanti!
Pasas por una serie de controles tan estrictos como si fuera un aeropuerto militar, tres veces debimos mostrar los pasaportes.
Una vez adentro, escuchas las explicaciones del caso: “Elevándose majestuoso sobre la colina roja en el centro de Lhasa, el Palacio Potala fue el centro religioso y político del Tíbet, construído en el siglo VII y reonstruído varias veces, la última, tras los ataques chino de la década del 80.”
Visto desde abajo, es impresionante! Y saber que tenés que subir 365 escalones de piedra al rayo del sol, amedrenta a cualquiera.
Nuestra guía nos recomendaba subir despacio (como si pudieras hacerlo de otra forma, ja!), hacer pausas, tomar mucha agua, y darte shocks de oxígeno de las garrafas que te venden en la entrada, o de las que la agencia nos proveyó. Recuerden que estamos a 4.000 m.s.n.m.
Haciendo inhalaciones profundas, subimos como burros cansados, antes de empezar…
Increíblemente en algún momento llegas como a un patio central desde donde se ingresa a los salones, y donde ya no puedes sacar fotos.
Algunos salones son para el rezo, otros para meditación, otros para la administración, recuerden que en el Tibet, el poder político y relioso estaban aunados en la autoridad de los diferentes Dalais, a lo largo de los XVII que gobernaron. En cada una de ellas, la misma profusión de alfombras, cortinados, lámparas, banderas, urnas, incienciarios, murales y miles de estatuas de los diferentes aspectos de los Buda, y sus demonios protectores. Todo esto también alberga las estupas u hormas funerarias donde se supone que descansan los restos de cada Dalai.
Para sumar sobreestimulación, a los cientos de turistas -mayoritariamente asiáticos- los miles de peregrinos con sus ofrendas de mantequilla líquida, sus velas, fruta, agua, adornos que dejan para ser bendecidos y miles de billetes que van dejando en cada alcancía cada 2 metros..
Todo en el más respetuoso silencio y respeto de unos y otros.
En algún momento empecé a saturarme, más de lo mismo a cada apretado paso, el aire viciado, sus creencias no me representan, y mis cuestionamientos acerca de ciertos items como por ejemplo dinero vs compasión, humildad frente a ostentación, a mí el dorado no me cae nada bien, y en estos templos, es más que un exceso, etc. etc. Conclusión, una mañana agotadora! Instructiva, diferente, pero agotadora.
De allí, tras dos horas de visita, fuimos al correo, desde donde muchos querían enviar postales y donde te sellan el pasaporte. Obviamente es un sello de rebeldía, ya que en la frontera, solo te ponen el de China, y Tibet no aparece ni en ninguna bandera en sus calles ni en sus tiendas.
De allí, a un restaurant a almorzar.
Recién eran las 12 y yo aún estaba llena de mi cuantioso desayuno, así que para variar, me excusé y me fui a caminar por ahi..
¡Cómo disfruto mis ratos de libertad no condicionada! ¡Cómo me gusta salirme del rebaño!
A esta altura, la guía ya me conoce, y mal que le pesa, no me pudo decir que no.
Para no hacerla sufrir demasiado, a la media hora volví al restaurant y me senté con el grupo, pero me dediqué a leer la historia del Tibet en la Wikipedia, mientras ellos disfrutaban de sus platos “raros”. Al final muchos se quejaban de lo picante que había estado, yo me deleité con mi abstinencia.
Para las 14 estaba programada la visita al templo Jokhang en pleno centro de la ciudad. Nuevamente los controles de seguridad (no se si tienen miedo a un ataque terrorista o qué, pero no condice con la supuesta serenidad de un templo, a mí me parece de lo más agresivo)
Otra vez las colas de peregrinos, los turistas, las estatuas, los dorados, las velas, los nombres raros, las explicaciones de la guía en inglés (me pierdo el 30%), las fotos, la tienda de souveniers, etc. etc. ya me parece que ví suficiente budismo.
A la salida, nos dijeron que visitaríamos una casa de té tradicional y yo ya fantaseaba con una rica porción de torta y té en hebras. Na´que ver! Un mugroso bolichito azulejado donde en mesas largas y con vasitos pequeños, te daban a degustar leche de no se que con te. ODIO la leche, ja! Así que nada para mí! Creo que a nadie le gustó, todos decían educadamente que era muy dulce.. ja!
A continuación, caminata por la calle Barkhor, la comercial donde están todas las tiendas de souveniers, antiguedades, artesanías, alquiler de trajes para disfrazarte y maquillarte, cafeterías “westwens” ( americanas tipo Starbuck o Pizza Hut), muchachos que pintan mandalas, y cuadros de Budha por todas partes! Ergo, esto tampoco es para mí! Ja! Nada puedo cargar en mi mochila, y nada era de mi agrado, todo está sobrecargado de dorados o de pececitos de colores inútiles (llaveritos, monederos, imanes para la heladera, etc. ja!)
Bueno, cumplida mi parte criticona del día de la fecha, quiero hacer hincapié en que Lhasa es preciosa, toda rodeada de montañas, con gente divinamente pacífica, abierta y muy amables. Que es un mix de ciudad contemporánea con el peso del bagaje místico tibetano, su historia y su orgullo acallado.
Los honro y los respeto. Lo están haciendo más que bien, dándose a conocer al mundo, mal que le pese a los chinos. Veremos como sigue la historia…
Por de pronto ahora, si tuviera conexión, me volvería a ver al lindo de Brad Pitt en “7 años en el Tibet”, ja!











































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