lunes, 16 de junio de 2025

Qomolangma (Everest)

 Me gusta llamarlo por su verdadero nombre tibetano. El otro, más famoso por cierto, para variar, es el de un topógrafo inglés, Sir George Everest, que anduvo haciendo relevamientos en la zona allá por 1856.



Cada día se aprende algo nuevo, decían las viejas. Aunque yo aprendo más que algo, un montón!

Hoy el desayuno en el Campamento Base fue para llorar. Sólo había unas dos o tres sopas inciertas, huevos duros y bollos de bo (que se supone que es un pan hervido que apenas lo sacas del agua y se enfría se convierte en un chicle incomible). Ni té ni café, ni nada más.

Una tristeza…

Para tomárnoslo a risa, Petra me enseñó a usar los palitos. No podía ser que hace más de tres meses que estoy por Asia y aún no había probado su manejo. Ensayamos con los huevos duros, ja! Con su explicación, enseguida les tomé la mano, y consideré el primer Milagro del día.

Cuando salimos del salón resultó que estaba todo nublado, debíamos cerrar las valijas y encontrarnos con Yonsón para la visita al templo más alto del mundo, otro monasterio más!










Cuando estábamos yendo, caminando muy lentamente para evitar la asfixia de los 5.250 m.s.n.m. las nubes comenzaron a moverse.

Para cuando salimos del la visita del templo, el Qomolanma se lucía radiante en todo su esplendor! Éste sí que fue un verdadero Presente!

Así de frente, hermoso, gigante, se lucía para regocijo de todos los que extasiados lo admirábamos.













O debería hablar en femenino. Ya que “la” montaña es con pronombre femenino, y la traducción del nombre original, más todavía: “Madre de la Tierra”, Hermoso, verdad?

Sacamos mil y una fotos, y nos despedimos de su luz, para ir bajando por la Ruta de la Amistad, hacia la frontera con Nepal, trayecto que nos llevó más de 7 horas de curvas y contracurvas, subidas y bajadas por desiertos, lagos, mesetas áridas, intentos de bosques resilientes, y hasta una cascada monumental.








En algún momento, todo lo que era roca, arena, caliza, ocres, pardos y marrones, se fue convirtiendo en verde. Apareció un río serpenteante dando fuerza a un valle que formaba un cajón alucinante, bordeado por altísimos paredones negros. Descendimos de los 5200 metros a los 3000 y mañana seguiremos bajando…










Llegados a la ciudad de Jlongzthen, nos alojamos en un bonito y moderno hotel, con todo el cansancio, el frío y la roña acumulada. Nada como una buena ducha y un sommier de lujo!

Mañana les seguiré contando...











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