domingo, 27 de julio de 2025

India

 Durante mis viajes, trato de escribir día a día lo que voy viviendo, por varios motivos: primero, para no olvidarme todos los momentos maravillosos que la vida me regala a cada paso; 2°: para acompañar mis relatos con las fotos seleccionadas y editadas y así liberar la memoria del celular y/o de la cámara; 3° para compartirlo cuanto antes con todo/as aquellos que me acompañan y se interesan por mi bienestar; y 4° y definitivo: para que dichos relatos estén impregnados con las emociones reales que ocuparon mi corazón en ese día.

A veces peco de detallista, charleta o demasiado sensible, pero bueh! Soy así! Y aquí existe la libertad de saltearse renglones, textos completos e inclusive, ni abrir el blog.

Aunque siempre digo que este blog no es para sumar seguidores ni likes, porque para mí es simplemente un placard de mis vivencias. Y como todo placard, se merece estar limpito y ordenado. Por eso la cronología, los títulos descriptivos, y todo lo que ayude a que sea ameno.

Siempre digo que algún día, quizás algún nieto/a (futuro por venir?) podrá leerlo y darse cuenta que clase de abuela tenía… y sacar sus propias conclusiones.

Mientras me es un placer compartirlo con vos que estás leyéndome y acompañándome.


Pero… hete aquí, que desde que entre en India, no pude (o no quise) escribir más. Fue tal el impacto que viví en esos 30 días, que me bloqueeé. No sé si fue una manera de supervivencia, o una manera de evitar ponerle palabras al horror. Tampoco quería desmerecer sobre la leche derramada, ni calificar con improperios lo que veía a diario en las calles (ya muchos me escucharon de mi boca), mucho menos juzgar…

Casi que tampoco he tomado fotos. Me era un acto cuasi despreciativo, enfocar esos rostros implorosos, las calles inmundas, los edificios derruídos, los animales muertos de hambre, las personas semidesnudas, las calles anegadas, los transportes en puro caos, etc...etc…

Tampoco podría haber descripto el ruido infernal o los olores nauseabundos, mucho menos el desamparo, la angustia, la desesperación. La de “ellos”, ni la mía.

Dejé pasar el tiempo, para poner distancia a tantas emociones conflictivas, entrechocadas, revueltas, como la vida misma que allí se vive. Hubiera querido encontrar palabras que suavicen, que disimulen, que nieguen la cruda realidad. Pero no es mi estilo disfrazar lo que observo.

Solo pude apelar al silencio…

Como si “eso” no existiera, como si yo no hubiera estado allí, en medio del caos, del asco, de la muerte…

Como si saltear ese capítulo, me liberara de la memoria.

India me partió la cabeza, como ningún otro país antes. Es mucho peor que solo “pobreza”, es ignorancia, es desidia, es… el infierno mismo!

Perdón hindués! Sé que ninguno de uds. son culpables de esa realidad, la que yo ví y viví. Podría contar cien anécdotas, pero me duele solo de recordarlas… no necesito aseverar lo que fue.

Dicen que es un país con una tasa de crecimiento económico, industrial, y tecnológico maravilloso. Pues yo no ví esas supuestas riquezas, vaya a saber donde se esconden los ricos, y/o privilegiados.

Dicen que es un país místico, muy espiritual, con infinidad de ashram donde cultivarla, cuna del yoga y la meditación, la ayuvedha, y tantas otras disciplinas…

Pues no creo que el hambre del pueblo raso soporte esas prácticas, cuando se andan arrastrando por las calles para conseguir llenar una latita oxidada con agua de los desagues en el cordón de la vereda.

Es real que existan los ashram, seguro! De hecho visité Auroville, que es una ciudad utópica creada hace más de 50 años y aún funciona, y el centro de Brahma Kumaris, que es donde me nutrí más de treinta años en la Argentina. Pero no dejan de ser burbujas “artificiales” para unos pocos, sobretodo extranjeros que vienen a sentirse “más buenos” (¡?). Esos que los van a buscar en una combi al aeropuerto, los meten en edificios ornamentados, les dan una túnica blanca y una esterilla para dormir en el suelo entre budas y velas, comida internacional a las horas establecidas (o te venden el ayuno incluído! Ja!), recitan mantras y ohms con campanitas y en quince días te devuelven al aeropuerto, tras el pago de la cuota y seguramente, les compraste un montón de libros de cómo liberarte del stress y las emociones negativas. Chan Chan! Pero jamás saliste a la calle, te habrán advertido que son muy riesgosas… (para quien?) En fin…

Antes y después de India. O la amás o la odias, dicen…

Yo ni lo uno ni lo otro, solo que me llenó de cuestionamientos cuyas respuestas no existen. Me mostró lo que ya sabía: la injusticia de la economía del mundo, las incoherencias sociales, la impotencia, la deshumanización de la raza humana, anque animal… el puro dolor!

De qué lado quiero estar? Qué puedo hacer? Cómo seguir viviendo sin ser cómplice de este maldito sistema? Y a quien le importa…? Etc..etc…

En las fotos sonrio, aunque no sé porqué. Quizás por algunos encuentros con personas tan honorables como en todos lados, porque estaba viva, porque podía sobreponerme a los desafíos del día a día, porque tenía los recursos (fuerza interior, dinero, cabeza clara, poder de decisión, etc..). Nada de lo que goza la gente corriente, esclavizada en la casta en que nació y donde morirá.

En el transitar de los treinta días, miento! 23! (una semana me escapé a Sri Lanka, con una amiga neuquina que conocí en Nepal) fui perdiendo un total de 6 kilos (más dos que ya venía bajando desde el sudeste asiático). Me era imposible comer! No por alianza con su propia hambre, sino que para mí todo era imposible: o mega picante o desconocido o dudoso o repelente. Unos días antes de finalizar mi visa, llegando a New Delhi, ya literalmente “muerta” de hambre, comí dos empanadillas fritas compradas en la calle, en medio de la inmundicia misma, no había más opciones.

A las dos horas estaba partida de dolor, diarrea y vómitos al por mayor, volando de fiebre y rogando para no morirme en esas circunstancias. Mi buena (excelente!!!) suerte, estuvo una vez más de mi lado: ese ataque de gastroenteritis lo tuve al llegar a la casa de mi anfitriona de coachsurfing. Una casa “civilizada!: con baño! Limpísimo! Con azulejos, inodoro, agua corriente, todo un lujo! Y encima, era médica!! Me reacompañó toda la noche, pidió los remedios a la farmacia, llamó a la ambulancia al día siguiente en vista de que no mejoraba, me internó en el hospital donde trabajaba, me siguió acompañando, dejando a su marido y a su hijito en otras manos, una genia! Tanto amor…

Casi que le debo la vida!

Dos días más tarde, habiéndome comprado un vuelo directo a Londres a la casa de otra amiga salvadora, Lili, me puso en un taxi al aeropuerto. Me bajaron del auto en silla de ruedas y la aerolíneas se encargo de todo mi traslado y de mi equipaje, hasta el asiento del avión. Jamás me había sentido tan… desvalida? Vieja? Débil? Frustrada? Incapaz? Una suma de sensaciones horribles, además del malestar físico que duró un mes en pasar y recuperarme…

Anque también super AGRADECIDA! Por todas las ayudas recibidas, por los momentos precisos, por todas las enseñanzas. No fue una despedida elegante… tampoco habrá otra llegada de retorno a ese país, supongo… No necesito pasar por ello nunca más!

Hasta aquí, lo que les puedo contar. El resto está encerrado a presión en el cajón de “los ni me quiero acordar…”, no hace falta. Ya está, ya pasó….




Sri Lanka?


Increíblemente distinto! Tan cerca y tan otro mundo. No voy a decir que es del 1°, pero para ser un país asíatico en desarrollo, está bastante bien. De hecho, tiene lindos paisajes, playas hermosas, gente educada y “civilizada”, orgullosos de lo suyo, con carreteras, buses pasables y un tren con un recorrido espectacular. Un Jardín Botánico hermoso!!! plantaciones de especias y el famoso té de Ceylán, nombre anterior de este país antes de su independencia en 1972, renuevito!

Pasé una semanita para “tomar aire” de la India, antes de asfixiarme definitivamente, ja! Un respiro, una bocanada… aunque mi rebelde curiosidad ganó la partida y volví a la India (resultaba tan fácil cruzar en el ferry..) para agotarla y pagar las consecuencias con mi propio cuerpito.

En fin, experiencias… a otra cosa, mariposa!








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