San Juan del Sur resultó un pueblito básico de 10 manzanas sobre la costa del Pacífico, bien bananero. De construcciones bajas, semiberretas aunque pintoresco, con algunas cafeterías de onda y varias academias para aprender a surfear. En cualquier momento me sumo! Ja! Tengo que buscar nuevas experiencias porque esto se está volviendo un tanto monótono y repetitivo: Plaza central cuadrada, Iglesia Catedral a un lado, policía, banco, bla bla...lo de siempre. Además de supermercados chinos, para variar.
La playa linda pero tampoco para tanto, y algo sucia -para seguir variando- en una amplia bahía con barquitos pesqueros en el horizonte. Una seguidilla de bares con terrazas sobre la arena, con la consabida música decadente a todo volumen, se alineaban en espera de los clientes “trampa” de la noche con lucecitas de colores.
Lo mejor, la puesta del sol! Y ya con eso, salvaba el honor.
El domingo me lo tomé calma en vista que sería difícil conseguir transporte para seguir mi camino, así que mi caminata fue de punta a punta de la bahía con algunos chapuzones intermedios y dar vueltas por el pueblo al resguardo del sol en las horas más calientes.
Hoy lunes, temprano, decidí mi partida hacia la frontera con Costa Rica, ergo despedida de Nicaragua.
La noche anterior había lavado mi vestido blanco de flores y lo dejé colgado en una soga para su secado durante la noche, con la autopromesa de no olvidarmelo al partir.
Esta mañana cuando me levanté, no estaba…
Me agarró una angustia bárbara porque realmente lo amaba, y porque me era recómodo, refácil de lavar y seguir usándolo, era mi comodín para toda ocasión.
Revisé en todas las cuerdas, pero nada… pensé que a alguien le habría gustado tanto como a mí, y se lo llevó…
Instantáneamente me acordé de la canción de Silvio Rodriguez, y sentí la misma lástima que él cuando le compuso su inmortal canción a su vaquero.
La recepción estaba cerrada a esa hora, nadia a quien preguntar. Me acordé que tenía un numero de whatsapp de la dueña y le escribí para contarle. Amorosa me dijo que entrara a la sala del lavadero y me fijara entre las sábanas, tal vez la señora de la limpieza se habría confundido al sacarlas de las sogas la noche anterior.
Dicho y hecho! Enredado entre una sábana blanca, se asomó para devolverme la felicidad.
Lo rescaté presurosa y le agradecí a la dueña por la buena noticia.
A modo de disculpa, y en compensación, me invitó a un café y porción de torta en una cafetería muy linda, al lado del hostel. Vaya manera de empezar el día!
De allí a la terminal de micros, esta vez tuve que esperar una hora a que saliera el que iba al cruce “de la Virgen”, y de allí, otro a la frontera.
Increíblemente un montón de gente para salir y otro tanto para entrar al país.Tenía mis dudas de que me hicieran problema por no tener el pasaporte sellado en el ingreso, pero nada me preguntaron y nada pasó. Salí airosa.
El problema fue para entrar a Costa Rica. La h.de p. que me tocó me exigía un pasaje de salida del país. Le expliqué que no tenía ni fecha ni ruta prevista, que soy una viajera “libre” de compromisos.
Que mi plan era salir por Panamá, por tierra, ya que unos amigos me irían a buscar a la frontera. Todo absolutamente real, porque así tengo arreglado con Goyo, mi ex compañero de la facu, con quien pasaré Navidad.
Como si no me hubiera escuchado -y eso que ambas hablábamos castellano- me repitió que necesitaba un pasaje aéreo o de bus, que sin eso, me reportaría de vuelta a Nicaragua.
Le dije que no era cuestión de comprar algo que no iba a usar y por otro lado, no tenía internet como para hacer ninguna operación por ninguna web.
Ya furiosa, empezó a llenar la papeleta de deportación -ja! 300 metros más atrás, pero no me hacía ninguna gracia volver a Nica- entonces le rogué que me esperara, que iría a buscar internet afuera de la oficina de migración, que no era un problema de dinero, ni que me negara a entender sus leyes, que por favor…!!!!
Puso cara de que no lo lograría (ya que por allí no venden tarjetas para móvil) y salí con mi pasaporte en mano, a la vereda.
Pregunté a dos o tres personas, si me podían dar unos minutos de internet desde sus líneas pero no me entendieron. Pregunté a otro policía y me dijo que era imposible. Me metí por un portón que estaba abierto y resultó que ya estaba del otro lado de la línea de frontera, o sea, ja! Ya había entrado a Costa Rica! Pero ojo, no haría la tontería de avanzar y luego tener otro problema a la salida (sigo escarmentada con la experiencia Argelia-Túnez).
Allí me encontró otra mujer policía que me volvió a explicar que necesitaba un pasaje de salida obligatorio. Le dije que entendía pero que no tenía internet para comprar nada.
-”Lo puedes comprar directamente en efectivo al chofer de ese micro”-me aseguró señalándome al conductor de un micro de larga distancia allí estacionado, esperando que las 40 personas que transportaba, hicieran su respectivo trámite.
Me acerqué algo confundida y le pregunté si él vendía pasajes. Me dijo que solo en efectivo, y sólo de San José a Managua. Que serían u$s 20.- Glup!! 20 dólares para tirar a la basura? No quería volver a Managua, menos desde la capital de Costa Rica y menos con una fecha programada. Pero instantáneamente le dije “Sí! Lo compro”, ya que así contentaría a la h.de p. que jamás se enterarará que voy a seguir “mi” plan y tiraré ese pasaje a la basura, apenas atraviese la oficina de Migraciones.
Dicho y hecho!
Volví al mostrador, y el policeman que ahora me tocó en suerte, ni me pidió nada…
GRRRR!!!!! más bronca todavía! ¿Así me recibe este país que le tenía tanta fe?
En fin, ya estoy adentro. No me voy a cargar el enojo, lo dejo allí mismo, en la aduana, y pienso seguir liviana y contenta, con el efecto “Unicornio encontrado” y listo, ya fue!
Caminé unos metros y para mi sorpresa, había una estación terminal de micros re moderna, con ventanillas de venta de boletos (A) de distintas compañías locales, con horarios y tarifas fijas. Compré mi boleto para Liberia, y de allí otro a Tamarindo, mi destino del día.
Más sorprendida aún al ver los buses remodernos, eléctricos! después de venir viajando en catraminas prehistóricas. Otra vez sentir un asiento mullido y con amortiguadores, limpísimo y que partió repuntual! Estaba ingresando al primer mundo? O quizás fuera el segundo?
(A) La gran variante fue que el boleto consistía en un naipe de cartas! Van repartiendo un mazo hasta que se acaba, me tocó el 5 de Corazones, ja! Y cuando subís al micro, el chofer los recoge para reutilizarlos la próxima, lindo método de reciclaje de papel...
Tras cinco horas llegamos a destino, justo a tiempo para ver otro atardecer maravillosamente rojo sobre el mar.
Tamarindo resultó rechic, algo así como una Punta del Este sin edificios altos, o un Cariló, o un Pinamar, algo así. Lujosos restaurants y tiendas de ropa de diseño europeo, 4 x 4 de última generación, motos más que lustradas, y un sin fin de chetos extranjeros!
¿Cómo es que yo llegué hasta aquí? A mí solo me gustó el nombre del “árbol” de Tamarindo, por eso elegí esta playa, entre cientas de otras que Costa Rica tiene en su costa con el Pacífico.
Fui directo al hostel seleccionado, dejé las cosas y corrí a la playa, a disfrutar el incendio del cielo. En cada barcito había música en vivo, pero completamente diferente a la que venía escuchando en el resto de Centroamérica. Aquí sonaban covers de Elton John, Celine Dior, Adele, Fredy Mercury, Ja! Cambiamos de onda parece!
Imposible encontrar un plato típico, todo es pizza y pasta, o parrillas, o menú internacional (¿?), incluso hay uno llamado “La Boca” pintado de azul y amarillo, y otro “Patagonia del mar, Argentinian Grill”! O sea, de todo como en botica… bienvenidos a la globalizado mercado de consumo.
Creo que en 24 horas ya estoy fuera, game over for me!.
Mañana será otro día, por hoy, cambio y fuera…
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