Dicen… que un día, un señor murió
imprevistamente, por lo que no aparecía en las listas del cielo ni del
infierno.
Entonces, le dieron a elegir, en que morada
quedarse.
Primero le mostraron un gran salón rojo, con
mesas cubiertas con manteles bordados, copas acristaladas, botellones de
bebidas espirituosas, y fuentes con ricos abundantes manjares.
Enseguida notó lo extraño de los cubiertos:
eran largos tenedores y más largas aún las cucharas.