Un pueblito costero tan pequeño como su nombre. No más de 8 o 10 manzanas con la selva por perímetro y el mar Atlántico en su borde oriental.
Pero por pequeño no menos atractivo que otras ciudades, al contrario! Su imán fundamental es el Parque Nacional que se inicia allí y que durante 8 kms. recorre un sendero más que bellísimo, con el mar a la izquierda y la selva, con sus manglares, ceibas y palmeras impresionantes, animales entre las ramas y a tus pies, y miles de pájaros cantores por sobre tu cabeza.
¡Ay el día que los textos tengan aromas! (Porque los sonidos los podría grabar).
Caminar a paso lento bajo esa galería de sorpresas, con sus mil tonos de verde, con los monos aulladores lanzándote cocos, algún que otro perezoso haciendo equilibrio lento ascendiendo por el tronco, caminitos de hormigas laboriosas, grandes, rojas, infinitas! Coatis escondidos bajo los arbustos, cocodrilos asoléandose en los pantanos, cangrejos y ranitas por doquier, todo visto en una tarde, en plean libertad, ellos y yo!
La sombra fresca, el crujir de las hojas, las olas rompiendo contra los troncos y las piedras, afinando el oído para descubrir algún ratonzuelo oculto, las garzas blancas haciendo equilibrio sobre algún espinillo, rayos de sol filtrándose como haces mágicos, horas y horas maravillándome en la quietud de este otro mundo tan habitado anque aparentemente silencioso, pura calma…
Al final del sendero, la playa blanca, ancha, limpísima, de aguas transparentes, invitándote a refrescarte en sus olas gigantes. Muy, muy poquita gente. Apenas murmullos quietos de quienes queríamos mantener el milagro recién vivido.
La temperatura exacta como para no dudarlo. Saltar las primeras espumas, para hacer la plancha en la serenidad del mar profundo, con el pleno sol sobre el rostro feliz y agradecido.
Temía sacar mi sandwichito viajero para no tentar a los monos a un ataque subersivo, además, tenía el alma llena…
En un momento, siendo las tres de la tarde, aparecieron los guardaparques avisándonos de seguir el camino, ya que a las cuatro lo cierran y es imposible quedarse adentro. A las cinco ya casi es de noche.
Una pasarela de unos dos kilómetros, me llevó a la salida, entre más y más selva, entre grillos, manatíes, y aves nocturnas. La maravilla no tenía fin.
Al llegar a los últimos escalones, sabía que debía buscar un bus para regresar a Cahuita, ahora distante 10 kms. por la ruta oficial.
Pero como justo había una pareja subiendo a un auto, por costumbre y sencillez, les pregunté si iban para allá. Me contestaron que no, pero que igualmente me llevarían. Tenían ganas de dar una vuelta y de paso, conocer ese pueblito dek que tanto habían oído, aunque ellos se alojaban en Puerto Viejo, otro pueblo mucho más turístico a otros 10 kms. para el otro lado.
Enseguida congeniamos y al llegar a Cahuita, me invitaron una cerveza en un bonito bar sobre la playa. Yo tenía aún puesta la malla mojada y empezaba a sentir frío, pero no les pude decir que no.
Conclusión, estuvimos hasta las 21 -mojitos mediante en la 2° vuelta- charlando como amigos de toda la vida! ¿Quién dice que hacer dedo es peligroso?
Finalmente me dejaron en mi hostel y todos más que contentos!
Directo a la ducha caliente y good show! Hasta mañana!
A la mañana siguiente, tras mi impostergable desayuno, salí a caminar por la playa negra, llamada así obviamente por su color de arena fina, cual terciopelo.
Estaba por sacar una foto, cuando mi celular se me cayó de la mano directo a una olita que avanzaba despiadada.
Desapareció por unos segundos, mientras yo lo buscaba entre impotente y culpógena.
Lo rescaté en un segundo y lo sequé como si de un hijo resfriado se tratara. Le saqué la funda, volví a repasarlo, le soplé en todos los agujeritos y rezando como hace años no hacía, lo intente prender.
PRENDIÓ!!!! Aleluya!!! Andaba!
Gracias GRACIAS Diosito!
Enseguida me acordé que alguna vez, el que intentó reparar mi Nikon, me había dicho que en esos casos hay que meterlos en arroz para absorver la humedad restante.
Así que me acerqué a un bar que recién estaba abriendo y les pedí un poco, obvio crudo! Me armaron una bolsita y puse mi celu a descansar un buen rato, casi toda la mañana.
Cada tanto lo probaba y andaba, aunque la batería se descargaba muy rápido, porque no lograba apagarlo. Intringulis de la tecnología. La bolsita de arroz iluminada parecía un adornito de Navidad sobre la mesa.
En un momento decidí enchufarlo para que no se apague y al parecer, empujé algún granito, sin querer, hacia el interior. Ergo, el “cosito” del enchufe no entraba. Empujé un poco más, y naa…
Entonces vi el polvito blanco triturado y decidí explorar con la punta de un cuchillito, meta soplar y rascar. Creí sacarlo todo, craso error!! Sólo logré romper el contacto electrónico, buahhhh…
Eso es lo que me dijo el técnico de una casa de reparaciones en Puerto Viejo, pueblo al que me tuve que mudar ante este inesperado evento.
Lo tuve que dejar 24 hs. para su arreglo -por suerte tenían la pieza necesaria- a la módica suma de 50 u$s.!!!! AY!!! pensar que no me hice ni un masaje ni voy a hoteles de ese precio, y ahora sin ni pensarlo, zas! De un saque!
Encima debo agradecer que finalmente hoy me lo devolvieron “resucitado”!
En fin, hay días y días, como la Vida misma!
Puerto Viejo
Lo cierto que en este nuevo pueblo, me alojé en un hostel relindo sobre la playa, y donde me encontré con ocho argentinos! Con sus sendos ocho mates y ocho termos, un lujo!!!
Ninguno de ellos se conocía previamente, todos viajeros jóvenes de distintos puntos del país: Mendoza, José C. Paz, Caballito, Tandil, Jujuy, 2 de Córdoba y una de Bariloche! Villa Presente! Dios los cría y ellos se juntan! Será el olorcito a yerba?
Increíble la cantidad de argentos que andan girando por el mundo!
Aquí conseguis empanadas, alfajores, medialunas, dulce de leche y yerba Playadito, Ja! (A 4 u$s el paquete de 500 grs., cómo estará en mi país?)
Parece que Costa Rica se ha convertido en un destino de moda, a Pura Vida! Aunque los precios son de muerte! Más caro que Europa, de no creer!
Bueno, a no quejarme! Y a seguir disfrutando, que sarna con gusto no pica.
Por la tarde, me hice otro dedo para ir a sacar unas fotos a una edificación que ayer ví sobre la ruta. Proyecto para un nuevo libro que ya tengo en mente. Sorpresa… recién empiezo.
El que me llevo era un yanquee que estaba empezando su proyecto de eco-aldea por estos pagos, idea que cada día me resuena más linda como una posibilidad para mi futura vida, veremos...veremos...
Mañana será otro día…
Hoy amaneció lloviendo. Y cuando llueve en el Caribe, LLUEVE con mayúsculas! Hasta caían cocos sobre el techo… Un perezoso se refugio debajo de las chapas y hacía equilibrio en las vigas como si de ramas se trataran, o sea, reconoce el material de su territorio aunque tengan forma cuadradita y lijadas. Se paseaba horondo por sobre las mesas del lobby como luciéndose para las fotos.
Las ranitas rojas, minúsculas, también salieron a relucir entre las matas.
Yo me debatía si ir a buscar la cámara, o disfrutar el momento. Opté por lo segundo, y lo bien que hice. Nunca es lo mismo mirar a través de una pantalla, como gozar de la realidad cercana.
Quise aprovechar la mañana para subir todas las fotos atrasadas al blog, pero… uno propone y Google dispone. Ni idea porqué mandinga, hoy que tenía todo el tiempo del mundo, “el programa” no andaba. Me pasé horas insistiendo, y al final me dí por rendida. Será para otra vuelta…
Eso sí! Todo amenizado con mate y facturas y más tarde, café con alfajores argentinos! Más meta charla en argento desde las hamacas paraguayas viendo la lluvia caer. Casi una fiesta!
Al mediodía comenzó a amainar un poco. Me decidí a ir a conocer el último Parque Nacional que me quedaba en la lista, distante 30 kms, el de Manzanillo.
Pilotín mediante me dispuse a esperar el bus. Por supuesto, mientras hacía dedo. Pasó una moto y se ofreció a llevarme hasta la mitad del recorrido. Resultó ser otra cordobesa de lo más simpática que finalmente me dejó a 4 kms.
Me los caminé por la playa, más que solitaria, bajo una llovizna muy muy suave, casi como estar en una nube entre la espuma y la selva a mi derecha. Mágico!
Finalmente para cuando llegué al Parque, siendo las 15 horas, estaban cerrando y ya no me dejaron pasar. Buahhhh…
En realidad no me importó demasiado, ya había disfrutado mi paseo en solitario por demás.
Rehice mis pasos y como la marea estaba subiendo, la experiencia me marcó volver a la ruta.
Atravesé los jardines de un mega resort diez estrellas en la zona de Punta Uva y tras usarles el baño y lavarme la arena de los pies, volví a mi rústico estilo de hacer dedo.
Un yanquee gordo como un globo aerostático, en un mini carrito de golf, me adelantó unos kilómetros hasta la playa más popular de la región: la Cocles.
Un mundo de gente se “asoleaba” bajo la llovizna como si ésta no cayera. Muchachos jugando al voley, parejas arrumacándose, niños metiéndose en la orilla turbulenta, jóvenes empuñando sus tablas de surf como jinetes de la aventura, solitarios prendidos a sus pantallas de celulares,vendedores de jugos de coco u alhajitas de macramé, paseadores de perros, familias haciendo picnic, y caminantes eternos en la rompiente (la que suscribe forma parte de este grupo de independientes). Todos como si nada, muy surrealista, quizás con la ilusión de que el agua vertical no mojara.
En un momento el cielo se aclaró y todos al unísono, como en un cardumen organizado, miramos para arriba descubriendo un arco iris tan precioso como gigante! Fue un regalazo! digno para quedarse a contemplar el ocaso que ya se avecinaba.
Volví a caminar por el borde de la ruta el último kilómetro que me faltaba y llegué al hostel ya a oscuras, anque refeliz! Día cumplido!
Como estamos en medio de la selva, y sigue todo nublado, parece plena noche siendo apenas las seis. Pareciera que ya es oportuno prepararse la cena e irse a dormir, pero la cháchara argentina tiene pila para rato.
Me invitan al “Choco y Café”, un bar donde arman cumbia todos los sábados. El dueño, también argentino! Ja!
Esto parece una franquicia liberada de jóvenes hastiados, pero no impotentes, de los descalabros de la bendita economía argentina. Un puñado de soñadores, que se arremangan (todos vienen a trabajar!) y aprenden de la Pura Vida! Maravillosos héroes del presente!
Por mi parte, a cerrar la valija y prepararme para mañana temprano, atravesar la última frontera: directo a Panamá.
Bueno, la última del gran periplo. En realidad la anteúltima. Ya entraré por la Argentina, pero eso, recién sucederá el año que viene, ja!
Nos vemos...