Totalmente repuesta, después del merecido descanso y del
frutal desayuno de papayas, mangos, bananas y naranjas en un puestito
callejero, me fui al Vivero de Coyacán.
Es un gran parque surcado de arbolados caminos de tierra
roja, donde se preparan almácigos de árboles ornamentales para la ciudad.
También aquí, las ardillas pretenden jugar contigo y hacen sus monerías.