martes, 7 de septiembre de 2021

De Dresden a Estrasburg de un tirón

 Amanecimos temprano en el parking, antes que los primeros  oficinistas se sorprendan de nuestro precario “campamento” en pleno centro. El único inconveniente es que no había yuyos-toilettes alrededor y debimos huir a una estación de servicio en las afueras.


lunes, 6 de septiembre de 2021

Polonia II, Varsovia, la bella...

Si habíamos subido por la costa báltica, bajaríamos por el lado oriental, donde se prometían otros bosques de hayas centenarias…












Maxi tenía prevista una visita a una reserva de bisontes, pero a mí eso me sonó a zoológico y no me hizo gracia su visita inconsulta. Por suerte, al llegar, comprobamos que estaba cerrada por ser lunes. Respiré aliviada.

Allí debíamos decidir si continuábamos rumbo a Rumania, como era el plan inicial, o nos desviábamos hacia Varsovia, a solo 200 kms. de allí.

A pesar de despotricar sobre las visitas a ciudades grandes, yo quería conocer la mágica aldea que había cobijado a Chopin, sus coloridos edificios que bordean la Market Place, y otros románticos rincones. (Ni por asomo Auschwitz ni otros dolores viejos…)

Si decidía por las montañas del sur, era como que me hubieran sacudido un chupetín frente a mí, y al ir a alcanzarlo, me lo retiraran abruptamente. Me sentí como una niñita desolada a la que le iban a cerrar el kiosquito. Una vez más debía aceptar “que todo no se puede”, esa frase que tanto me disgusta y con la que tanto he peleado en mi vida…

Finalmente mi alma de arquitecta (que es otra forma de apreciar la belleza) volcó la balanza de las decisiones al rumbo oeste y en tres horas, justo para el rosado atardecer, llegamos al centro de Varsovia!

Fue fácil encontrar estacionamiento, aunque no fue fácil entender la maquinola de los tickets! Finalmente un gentil polaco lo hizo por nosotras y tras dejar el papelucho en el parabrisas, corrimos a la plaza central, atravesando el puente y la pétrea muralla de la antigua fortificación.

El sol poniente pintaba los barrocos muros pastel con su dorada luz mientras un ángel munido de su saxo interpretaba “What a wonderful world” a un lado de la fuente central. La magia con todos sus secretos se revelaba…



























Velitas intermitentes sobre los manteles de los cafés y restaurants perimetrales, con enamorados cuchicheándose promesas, turistas fotografiando nubes, ventanas rebosando canteros floridos, carteles de hierro forjado enumerando locales, farolas iniciando su labor, y mi alegría escondida en mi corazón. ¡Lo había logrado! Fue como destapar una caja con una bella torta adentro, llena de firuletes de crema y jugosas frutas decorándola.

 Sólo faltaba robarle un trozo metiéndole el dedo adentro sin permiso! Y eso hicimos: caminamos por aquí y por allá por el lustroso adoquinado, contemplando cornisas, arabesques, pérgolas, frontis escalonados, marqueterías, y portales abiertos a patios de verdes silencios…

Un carruaje, con cochero de impecable smoking, tirado por dos caballos negros paseaba con sus galardones hincados en la crin trenzada. Chopin sonaba en un piano de cola tras una vidriera de cristal repartido en elegante art-nouveau, con sus curvas suaves y ornatos de bronce como pinceladas al aire.

Los jardines del Castillo Real balconeando sobre el río que separa la ciudad moderna a sus pies, la catedral gótica imponiéndose con sus astas al cielo, la magnificencia de sus edificios neoclásicos o los pequeños museos en callejuelas laberínticas, todo perfumado de un mítico encanto que lejos hace suponer los destrozos sufridos durante la 2° guerra mundial. Varsovia es el monumento a la resiliencia! Al “aquí estoy y esta soy” que tanto me hizo vibrar en alguna interna semejanza conmigo misma… 
















El incipiente frescor de la noche nos recordó nuestra invitación a las prometidas cervezas en un bar “de lujo”, bajo una blanca sombrilla, mientras un violinista nos regalaba “Imagine” a nuestras lágrimas emocionadas…



¿Qué más se le puede pedir a la Vida?...

Varsovia la bella, quedarás impregnada en mi piel for ever…


domingo, 29 de agosto de 2021

Lituania, Letonia, Estonia

Amanecimos entre la niebla a una temperatura un tanto fresquita para ser considerada de “verano”. Unos pescadores-héroes, en sendos botes, rompían la línea del horizonte donde el tenue sol se esforzaba inútilmente en aparecer.


Decidimos que no era el lugar apropiado para recibir el baño matutino que nos merecíamos tras la jornada del día anterior. Así que preguntamos en un camping costero si nos permitían usar las duchas, y nos las negaron. Fuimos a otro, y tampoco resultó. Nuestro polaco era inentendible y no era cuestión de especificar con gestos obsenos…

miércoles, 25 de agosto de 2021

Polonia I

 Apenas cruzamos la frontera, edificios de una arquitectura totalmente diferente se presentaron al borde de la ruta. Infinitos “monoblocks” de entre 4 o 5 pisos, muy cuadrados, más que racionalistas, con ventanas oxidadas, sin balcones y ninguna flor…  en franco estado de abandono, aunque habitados por centenares de polacos que pululaban entre mercados y calles colmadas de carteles, ruidos y autos tan deteriorados como ellos.

Evidentemente, la diferencia económica entre ese país y su vecino germano, es notoria desde el primer aprouch. Alemania con sus chalets de piedra con canteros de geranios rojos colgando, sus albercas plenas de dalias lilas y porchs vidriados con duendes y maripositas de cerámica colgando entre tejados de pizarra, cobijando BMW o Mercedes lustrosos, no tiene nada que ver con los rejuntes de chapa sin matrícula ni faroles de los modelitos de autos cincuentosos que usan los polacos en estas primeras ciudades fronterizas ni con las caravanas que circulan por toda Europa con sus desbordes de lujo para campings como colmenas.


Esa fue la primera impresión mientras aguardábamos en la fila para subir al ferry que nos cruzaría a la ruta definitiva rumbo norte. Una espera de 1 hora para una travesía de diez minutos, aunque, para nuestra sorpresa, gratuita! Es un servicio del Estado.