Amaneció lloviendo.
Ergo, el
Kili estaba desaparecido tras el gris de un cielo impío.
Buena excusa
para hacer fiaca en la cama y reordenar los propósitos del día.
Amaneció lloviendo.
Ergo, el
Kili estaba desaparecido tras el gris de un cielo impío.
Buena excusa
para hacer fiaca en la cama y reordenar los propósitos del día.
En la Aduana de entrada a Tanzania me negaban la entrada por no tener el certificado de vacuna contra la fiebre amarilla. Ya había cambiado mis últimos chilins kenianos y no estaba dispuesta a regresar allí, mucho menos a dejarme poner esa vacuna!!!
A tan solo una hora de Mombasa hacia el Sur hay otro mundo. El mundo de los turistas europeos bastante más adinerados que la población local, cuyos puestos de artesanías en kioscos de palos, se repiten hasta el hartazgo, mezclados entre puestos de bananas, aguacates y agua mineral.
Es la segunda ciudad más grande de Kenia! Y el puerto más importante del país, por donde entran y salen todos los insumos de importación y exportación por el océano Indico.
O sea, una brutal megalópolis de esas que me asustan y me ahuyentan y trato de evitar.