Cruzar una frontera nunca me fue más fácil que entre Singapore y Malasya.
Salí de mi hotel, tomé un colectivo local en la esquina, y en una hora y cuarto ya estaba en el siguiente país, Malasya! así nomás!
Cruzar una frontera nunca me fue más fácil que entre Singapore y Malasya.
Salí de mi hotel, tomé un colectivo local en la esquina, y en una hora y cuarto ya estaba en el siguiente país, Malasya! así nomás!
Me juré que por largo tiempo no quería tomar más aviones, después de los cuasi seis consecutivos que había tenido que tomar para ir saltando de una isla a otra desde New Zeland hasta Indonesia. A saber: a Fiji, a Vanuatu, a Solomón, a Papúa Nueva Guinea, a Filipinas y finalmente a Indonesia.
Así que a mi próximo destino, Singapore, quería llegar “lentamente” en barco.
No me puedo quejar del micro que me tocó, moderno, limpio, con baño, asientos reclinables cama, y parada a las 21 hs. en un “restaurant” (¡?) en la ruta con menú fijo incluído en el pasaje.
Dejar mi casita balinesa en Amed me costó un poquito. Uno enseguida se acostumbra a lo bueno!
Y los viajes son un continuo ejercicio al desapego, así que a guardarse las lagrimitas para cosas realmente importantes, y a seguir viaje! Moto mediante…